miércoles, 19 de abril de 2017

How the Grinch stole Christmas.



Un monstuo que aborrece la Navidad es el Grinch. 
¿Quieres saber porqué la odia?

 
CÓMO EL GRINCH ROBO LA NAVIDAD

Por: Dr. Seuss 

Hace tiempo (y no es un chiste) 
vivió un ser de mirada triste. 
Villa Quién fue el lugar
donde el Grinch escogió morar.
 Los felices “quienes” ahí vivían 
y el Grinch con ellos reñía.
 No se reía, siempre enojado,
 le gustaba estar amargado.
 La Navidad, sin explicación 
odiaba de corazón. 
Un diciembre muy helado 
se sintió el más malvado
 y a la bella Nochebuena 
quiso quitarle lo buena. 
Esa linda noche mágica
 decidió volverla trágica.
 “Nadie la disfrutará 
y el pueblo entero llorará
cuando vea mi travesura
que nadie espera sea tan dura.
 Asi, cómo odio pensar 
que mucho amor se van a dar
 y todos juntos de las manos 
se querrán como hermanos. 
Mira, Santa barrigón,
 me caes mal por cachetón 
y estropear quiero tu plan 
(ni creas que soy tu “fan”):
 que nadie quiera a tus duendes
 para ver si así aprendes 
a no ser tan buena gente 
y querer tanto a la gente”.
 En eso al Grinch se le ocurrió 
una muy mala idea y sonrió.
 “La Navidad debo evitar, 
que no se pongan a cantar,
 que los niños no hagan ruido
 y que caigan en olvido; 
que no sean felices
y se llenen de lombrices.
Ja, los quienes quieren fiestas
 y yo seré su aguafiestas”.
 De Santa Claus se disfrazó 
y a su perro convirtió 
en un reno narizón. 
Con gran prisa entró a un hogar
 y su plan puso a actuar. 
Con el rostro deformado
y el corazón más malvado 
los dulces y los regalitos, 
la comida, el arbolito
 todo junto lo robó
 y en su bolsa lo escondió:
 bicicletas y paletas, 
muñecas y patinetas, 
el suave vino y el pavo...
lo robó y dijo “Bravo”.
En eso lo sorprendió una niñita 
que vio lo que hacía el malvado ladrón
y con ternura dijo al bribón:
“Santa, no te lleves todo.
Quiero jugar y así no hay modo. 
Por fa, querido Santita,
te prometo ser buenita, 
pero no tomes mi bota
ni mucho menos mi pelota”. 
El Grinch inventó una razón
y la niña de buen corazón le creyó 
a quien vio disfrazado de Santa, 
el viejito adorado.
“Mira chiquita”, el malo mintió, 
“de tu árbol la luz se fundió. 
Me lo llevo a arreglarlo
y vendré a regresarlo”.
La niña contenta quedó 
y el muy cruel a otra casa partió.
De esa también se robó
lo que en ella bonito encontró: 
en toda la villa de “quienes” hurtó 
los regalos y bienes 
que a todos harían felices 
y al faltarles, infelices.
Luego corrió a su casa sombría
a esperar que llegara el día. 
“Navidad hoy por fin no tendrán 
y reiré de cómo llorarán”.
Pero en eso un sonido oyó 
que de veras su mente turbó. 
Eran risas y cantos de gozo... 
¡celebraban con gran alborozo! 
El Grinch entendía muy poco 
o todos estaban muy locos
o sin comer y sin regalar
podían igual festejar.
Así, Navidad no estaba en las tiendas 
ni en las manos de Santa las riendas 
de hacer que la gente del mundo 
se diera cariño profundo. 
El Grinch así lo entendió
y ser bueno por fin decidió; 
regresó los juguetes con prisa
y en mil caras brotó una sonrisa.
Lo mejor es que con esa lección
al Grinch se le curó el corazón
y se puso a reír y a bailar
y aprendió desde entonces a amar.


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Ya podemos contar a nuestros compañeros Cómo el Grinch robó la Navidad.


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